jueves, 10 de diciembre de 2015

Encefalopatía hepática



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La encefalopatía hepática es una anormalidad neuropsiquiátrica causada por toxicidad del cerebro y del sistema nervioso secundario a insuficiencia hepatocelular y/o derivación sanguínea porto-sistémica (por exposición del cerebro a concentraciones elevadas de sustancias tóxicas: sobre todo amoníaco). 
Un trabajo importante del hígado es transformar en el cuerpo sustancias tóxicas en inofensivas. Éstas pueden incluir sustancias producidas por el cuerpo al igual que cosas que usted consume (como los medicamentos). Sin embargo, cuando el hígado sufre daño, estos "tóxicos" se pueden acumular en el torrente sanguíneo. El amoníaco, que produce el cuerpo cuando las proteínas se digieren, es una de las sustancias dañinas que normalmente el hígado transforma en inofensiva. Otras toxinas también se pueden acumular y le pueden causar daño al sistema nervioso.
La causa exacta de la encefalopatía hepática se desconoce. Es causada por trastornos que afectan al hígado, entre ellos:
  • Patologías que reducen la función hepática (como la cirrosis o la hepatitis).
  • Afecciones en las cuales la circulación sanguínea no entra al hígado.
Cuando ocurre daño al hígado, la encefalopatía hepática puede presentarse de manera súbita incluso en personas que previamente no tenían problemas hepáticos. Con mayor frecuencia, el problema se desarrolla en personas con enfermedad hepática crónica.
Se caracteriza por una alteración del nivel de conciencia y de la conducta. Inicialmente se manifiesta por inatención, enlentecimiento del pensamiento y en la articulación de las palabras, desorientación, alteración del ritmo del sueño. En los casos más graves la disminución del nivel de conciencia llega a la situación de coma. Su forma de manifestación más frecuente es un episodio agudo de curso fluctuante y finalmente reversible que se denomina EH episódica. Sin embargo, el cuadro clínico también puede ser más prolongado, fluctuante y con recurrencias frecuentes; esta forma de encefalopatía recibe el nombre de encefalopatía crónica recurrente. Finalmente existe la EH mínima cuyas manifestaciones clínicas son tan leves, que únicamente puede establecerse el diagnóstico por pruebas complementarias que miden la función mental, como pruebas psicométricas o electroencefalograma.
El tratamiento de la EH tiene dos pilares fundamentales. Por un lado tratar el factor desencadenante (pudiendo ser este infecciones, alteraciones del equilibrio de los iones y el agua corporal, estreñimiento, algunos fármacos) y por otro disminuir la concentración plasmática de las sustancias que tienen un efecto tóxico en el sistema nervioso central, como el amoníaco. La dieta debe evitar una ingesta exagerada de proteínas, pero no debe restringirse su ingesta; en otras palabras debe tener un porcentaje normal de proteínas. Se debe evitar el estreñimiento y añadir tratamiento laxante con lactulosa o lactitol y en ciertos casos antibióticos (neomicina o rifaximina) que tienen como función modificar la flora digestiva.
En cuanto a la prevención, los pacientes que han presentado uno o más episodios de EH deben ser seguidos de forma periódica, prestando especial atención a evitar el desarrollo de factores precipitantes a través del diagnóstico precoz de cualquier proceso infeccioso, evitar el uso de fármacos que puedan favorecer o precipitar un episodio de encefalopatía como los sedantes (benzodiazepinas) u otros fármacos que depriman la función del sistema nervioso central. Se debe incentivar a los pacientes a llevar una dieta que garantice un correcto estado nutricional y mantener a través de esta y del ejercicio físico, la masa muscular. También se debe incidir en mantener una correcta hidratación y prevenir las alteraciones hidroelectrolíticas a través de controles analíticos y visitas médicas. Finalmente, es importante evitar el estreñimiento y se recomienda mantener un hábito deposicional de 2-3 deposiciones al día.

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